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El CERMI (El Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad) ha realizado la actualización a 2016 del informe “Jóvenes con discapacidad en España” que realizo en el 2010. El estudio abordaba las dimensiones fundamentales relacionadas con la realidad de las personas con discapacidad entre 15 y 30 años, con especial atención a sus necesidades y expectativas.

A continuación os cuento algunas de las conclusiones de este informe, que se pueden encontrar en la página web del CERMI.

Según la Encuesta de Integración Social y Salud (2012), 398.773 personas entre los 15 y 30 años han declarado tener alguna discapacidad, destacando el peso de las mujeres que representan el 54% de esta población.

Los jóvenes con discapacidad constituyen un grupo social que en general se encuentra en una situación similar a las del resto de jóvenes, pero con condicionantes especiales añadidos en multitud de contextos que generan espacios de desigualdad. La gran mayoría de los jóvenes con discapacidad podrían ser tan autónomos como el resto de los jóvenes si se dieran unas condiciones adecuadas de igualdad de oportunidades en contextos normalizados de formación, de inserción laboral y de accesibilidad a todo tipo de bienes, servicios y productos.

En general, tres son los elementos a tener en cuenta para explicar la realidad y necesidades de los jóvenes con discapacidad en España: género, edad y tipo de discapacidad.

  • Género: en general, en las generaciones más jóvenes permanecen elementos de desigualdad entre varones y mujeres, aunque también surgen algunos espacios en los que dichos elementos se comprimen o desaparecen, sobre todo en el acceso a la educación.

Los estilos de vida diferenciados por género, permanecen en el grupo de jóvenes con discapacidad en la actualidad. Si bien estas diferencias por sexo en general se comprimen respecto a la población con discapacidad de más edad en muchas actividades de la vida diaria, las relacionadas con el cuidado del hogar y las tareas domésticas siguen evidenciando un patrón femenizado. Igualmente en los aspectos de salud, el patrón de enfermedad común está más presente en las mujeres mientras que el de accidentalidad es mayor en los varones.

  • Edad: vinculada con el concepto de Transición a la Vida adulta, en la población joven con discapacidad se encuentran diferencias respecto a situación y necesidades entre las que se encuentran en torno a los 20 años y las que se aproximan a los 30. En este segundo grupo, se hacen más evidentes las dificultades de acceso a recursos que facilitan la vida autónoma, como el empleo y la vivienda.

Las personas con discapacidad entre 16 y 30 años presentan niveles educativos inferiores a los de los jóvenes sin discapacidad de su misma edad, aunque hay evidencias de una mejora en el ámbito educativo en los últimos años. A pesar de las distintas dificultades que pueden presentarse en el proceso de inclusión educativa, se observan mejores datos en todos los niveles de estudio en los últimos 8 años. Aproximadamente el 40% de la población joven con discapacidad afirma haberse sentido discriminada en los últimos 12 meses en ámbitos educativos o formativos por causa de discapacidad.

En cuanto a la inclusión laboral, la tasa de empleo de las personas de 16 a 24 años con discapacidad se situaba en el 2014 en el 9% mientras que la población de esa misma edad duplicaba esa cifra. Destaca la tasa de inactividad de las personas jóvenes con discapacidad que se sitúa en 72%, 11 puntos porcentuales por encima de la población joven sin discapacidad. Se observa la precaria situación de las mujeres con discapacidad que presentan una tasa de empleo más baja que los hombres con discapacidad y una tasa de inactividad ligeramente más alta. Los jóvenes con y sin discapacidad coinciden en señalar la falta de oportunidades laborales, cualificación y experiencia, como principales barreras para el acceso al mercado de trabajo.

La situación del empleo de las personas con discapacidad en edad laboral se caracteriza por la escasa participación en la actividad debido a diversos motivos, que se relacionan con la falta de oportunidades laborales, que es el factor más importante de exclusión del mercado laboral. En muchas ocasiones, los empleos a los que acceden son poco cualificados y mal remunerados, además, las variables personales también condicionan las posibilidades de inserción laboral.

Apenas un tercio de los jóvenes con discapacidad ha trabajado alguna vez o trabaja en la actualidad.

  • Tipos de discapacidad: por tipo de discapacidad, las personas con discapacidad intelectual son las que presentan peores indicadores en el área educativa y laboral. Mientras los resultados de las personas con deficiencias visuales, auditivas y osteoarticulares son las que más se acercan a los indicadores de la población general.

Las personas con discapacidades de la audición son las que presentan mejores cifras en tasas de actividad y paro, acercándose a las de la población general; mientras que las personas con discapacidades de la comunicación y la interacción son las que presentan índices más altos de inactividad laboral y desempleo.

La precarización laboral es más intensa en los jóvenes con discapacidad, que encuentran mayoritariamente empleos con contratación temporal. Las medidas de fomento del empleo específicas, si bien muestran resultados positivos allí donde se aplican, en general están muy poco generalizadas a la población joven con discapacidad.

Los jóvenes con discapacidad encuentran mayores dificultades de inserción laboral, lo que unido a una situación de precariedad y flexibilidad laboral deriva en un deterioro añadido de la calidad de vida.

Respecto a la situación relativa a la salud, los jóvenes con discapacidad reconocen en general un estado de salud y una atención sanitaria satisfactoria, siempre en un contexto en el que el diagnóstico de enfermedades crónicas es más frecuente que en la población general. En función de los grupos de edad, la percepción del estado de salud es peor conforme avanza la edad.

El proceso de transición hacia la vida adulta en condiciones de autonomía personal, se presenta como un elemento fundamental. En este ámbito, los recursos y sistemas de apoyo para el acceso a la vivienda se muestran como muy importantes, dadas sus dificultades de acceso.

Existe una fuerte discusión sobre los resortes necesarios para acceder a la autonomía personal, fundamentados en la asunción de riesgos, ejercicio de responsabilidad y ausencia de sobreprotección, tanto en el ámbito personal, como familiar e institucional.

Los jóvenes con discapacidad, encuentran dificultades añadidas para la participación en actividades sociales, cívicas y recreativas. El resultado suele ser el de una oferta muy limitada, con pocas oportunidades para el establecimiento de relaciones personales y en el que el consumo de televisión se presenta como la actividad mayoritaria para el tiempo libre. El acceso a las nuevas tecnologías y los recursos y redes sociales que se basan en ellas, parece poco generalizado.

Los jóvenes con discapacidad encuentran especiales dificultades para acceder a estudios superiores, sus tasas de desempleo duplican o triplican a las del resto de los jóvenes y en muchos casos se ven con barreras para realizar una vida normalizada, como por ejemplo, en el disfrute de su tiempo libre y de ocio. La dependencia, que es propia de las edades más tempranas se hace más evidente en las edades más altas, conforme se incrementan las necesidades propias del final de la juventud: salida de la vivienda, estabilización laboral, establecimiento de relaciones sociales y sentimentales.

De entre diferentes posibles causas de discriminación más frecuentes en la sociedad actual, la población joven con discapacidad identifica las condiciones de salud como la principal forma de discriminación que sufren a diario, más del 20% reconoce haber sido víctima de discriminación por discapacidad.

 

Estas son algunas de las conclusiones del mencionado informe, conclusiones que no nos resultan extrañas a las personas con capacidades diferentes, sus familias y profesionales que trabajamos día a día con ellas,  pero que si que vienen a constatar con datos esa realidad. Sólo esperamos que estos datos sirvan para que las “políticas y medidas de la Administración” se centren en dar respuesta a esas necesidades y poco a poco se vayan cambiando las cosas, generando espacios con una mayor igualdad entre todos.

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